miércoles, 20 de noviembre de 2013

"Los Toros", del "Duque de Rivas"

Buscando información sobre "El Duque de Rivas" por tema de estudios, encontré una composición poética de temática taurina titulada "Los Toros", perteneciente al Romance Primero dedicado a "El Conde de Villamediana". Este texto apareció por primera en el año 1841 en una colección de romances llamada "Romance históricos", y describe un festejo celebrado en la plaza mayor de Madrid, describiendo de forma muy cuidada el ambiente y decorado existente en la plaza durante el mismo. Os dejo con el texto:


LOS TOROS

Está en la plaza Mayor
todo Madrid celebrando
con un festejo los días
de su rey Felipe cuarto.

Este ocupa, con la reina
y los jefes de palacio,
el regio balcón vestido
de tapices y brocados.

En los otros, que hermosean
reposteros y damascos,
los grandes, con sus señoras
y los nobles cortesanos,

ostentan soberbias galas,
terciopelos y penachos;
las damas y caballeros
llenan los segundos altos,

y de fiesta gran gentío
los barandales y andamios,
jardín do a impulso del viento
ondean colores varios.

Ante la Panadería,
del balcón del rey debajo
y de espalda a la barrera
en la arena del estadio,

la guardia tudesca en ala,
parece un muro de paño
rojo y jalde, con cornisa
hecha de rostros humanos,

sobre la cual vuelan plumas
en lugar de jaramagos,
y brillan las alabardas
heridas del sol de mayo.

Los alguaciles de corte
con sus varas en la mano,
a la jineta en rocines,
están en fila a los lados.

El rey, la reina, los grandes,
las damas, los cortesanos,
los tudescos y alguaciles,
el inmenso pueblo, y cuantos

en la plaza están, los ojos
tornan de Toledo al arco,
por cuya barrera asoma
un caballero a caballo.





Vese en medio de la arena,
furia y humo respirando,
los ojos como dos brasas,
los cuernos ensangrentados,

con la pezuña esparciendo
ardiente polvo, el más bravo
retinto, a quien dio Jarama
hierba encantada en sus campos.

Aún no estrenó la almohadilla
de su cuello erguido y alto,
hierro alguno, ni ha embestido
una sola vez en vano.

Entre capas desgarradas
y moribundos caballos,
se ostenta como el guerrero
que se coronó de lauro,

entre rendidos pendones,
sobre muros derribados;
del genio del exterminio
parece emblema y retrato.





En un tordillo fogoso,
de africana yegua parto,
que de alba espuma salpica
el pretal, el pecho y brazos,

que desdeñoso la tierra
hiere a compás con los cascos,
que una purpúrea gualdrapa
con primorosos recamos,

de felpa y ante la silla,
en el testero un penacho,
la cabezada y rendaje
de oro y seda roja, y lazos

en el cordón y en las crines
soberbio ostenta y ufano,
a combatir con el toro
sale aquel señor gallardo.

Viste una capa y ropilla
de terciopelo más blanco
que la nieve, de oro y perlas
trencillas y pasamanos;

las cuchilladas, aforros,
vueltas y faja de raso
carmesí; calzas de punto,
borceguíes datilados,

valona y puños de encaje;
esparcen reflejos claros
en su pecho los rubíes
de la cruz de Santiago.

Un sombrero con cintillo
de diamantes, sujetando
seis blancas gentiles plumas,
corona su noble garbo.

Con la izquierda rige el freno,
en la diestra lleva en alto
un pequeño rejoncillo
con la cuchilla de a palmo.

Acompáñanle dos pajes,
a pie, de uno y otro lado;
y llevan las rojas capas
prontas al lance en la mano:

Síguenle sus escuderos
y un gran tropel de lacayos,
los que, por respeto al toro,
se van haciendo reacios.





Puesto en medio de la plaza
personaje tan bizarro,
saluda al rey y a la reina
con gentil desembarazo.

Aquel, serio, corresponde;
esta muestra sobresalto,
mientras el concurso inmenso
prorrumpe en vivas y aplausos.

Era el gran don Juan de Tassis,
caballero cortesano,
conde de Villamediana,
de Madrid y España encanto

por su esclarecido ingenio,
por su generoso trato,
por su gallarda presencia,
por su discreción y fausto.

Gran favor se le supone,
aunque secreto, en palacio,
pues susurran malas lenguas...
pero mejor es dejarlo.

De todos y todas dicen,
y es poner puertas al campo
querer de los maliciosos
sellar los ojos y labios.





Valiente Villamediana,
cortas las riendas, y bajo
del rejoncillo el acero,
vase al toro paso a paso.

Este cabecea, bufa,
la tierra escarba marrajo,
y espera instante oportuno
en que partir como el rayo.

El paje de la derecha,
con grande soltura y garbo,
a la fiera irrita y llama,
la capa ante ella ondeando.

Embiste, pues; el jinete
tuerce el bridón, de soslayo
pasa el toro, el otro paje
con la capa hace otro engaño,

y lo revuelve, y de nuevo
lo para. Determinado
le hostiga de frente el conde;
torna a embestir rebramando

el jarameño; parece
que el caballero y caballo
van a volar a las nubes,
cuando de la fiera intactos,

en primorosas corvetas
se separan y con saltos.
Un punto el toro vacila
bramido ronco lanzando,

y desplómase en la tierra,
haciendo de sangre un lago
con el torrente que brota
de la cerviz, do, clavado,

medio rejón aparece,
que el otro medio, en la mano
del noble y valiente conde
va al concurso saludando.





Por balcones y barandas,
vallas, barreras y andamios,
formando una riza nube,
ondean pañuelos blancos;

y '¡viva!', el pueblo repite,
y los caballeros '¡bravo!',
y '¡qué galán!' las mujeres,
haciendo lenguas las manos.

La reina, que, sin aliento,
los ojos desencajados
en jinete y toro tuvo,
vuelve, ansiosa, respirando;

'¡Qué bien pica el conde!', dice,
y 'muy bien', los cortesanos
repiten. El rey responde:
'Bien pica, pero muy alto. '

Y en el rostro de la reina
clavó sus ojos un rato.
Esta demudose, y todos
los señores de palacio,

en quienes opinión propia
fuera un peregrino hallazgo,
repitieron, no sabiendo
lo que decían acaso,

y de entrambas majestades
queriendo seguir el rastro:
'Pica muy bien; mas debiera
haber picado más bajo. '

Dos toros más se corrieron,
en que caballeros varios
con gala y con valentía
gran destreza demostraron;

mas es pretender lucirlo
después del conde gallardo,
exceso del amor propio,
cuyos esfuerzos son vanos.

Ser en punto mediodía
las campanas avisaron
de Santa Cruz en la torre.
En su carroza a palacio

retiráronse los reyes,
tras ellos los cortesanos,
y aquel inmenso gentío,
la plaza desocupando,

se apiñó en arcos y puertas,
haciendo un todo compacto,
que por las primeras calles
rompió, que luego en pedazos

por otras más dividiose,
después en grupos, que al cabo
reducidos a familias,
muy pronto se dispersaron.

Tal vez así se desagua
un artificial pantano,
cuando se abren las compuertas
del malecón, y apretados

torrentes por ellas salen,
que luego en arroyos varios
se dividen, y se pierden
finalmente por los campos.


Texto del poema extraído de: http://www.poesi.as/dqr0301.htm 

martes, 5 de noviembre de 2013

La civilización del espectáculo

Recientemente, por motivos de estudios y la realización de las prácticas externas de los mismos, he leído el libro "La civilización del espectáculo", de un reconocido aficionado a los toros y Premio Nobel de literatura como es Mario Vargas Llosa, y he quedado sorprendido de la relación que puede llegar a tener con la situación de la fiesta de los toros en sí misma y en la sociedad actual.


El libro en cuestión, es un gran análisis de como ha degenerado la cultura hasta nuestros días. Parte del concepto de cultura tradicional, una cultura basada en la palabra y las artes como la literatura, la pintura,etc, y en el caso de España, también los toros, en la que existía la figura del intelectual, una persona especializada en un determinado campo cultural, un concepto que hoy ha sido desvirtuado al considerar intelectuales a personas que en realidad no lo son. Profundiza en el hecho de que la cultura se haya convertido en un mero objeto comercial, lo que ha propiciado una "cultura errónea", una cultura concebida para enriquecerse, olvidando los principios artísticos y valores que siempre se apreciaron en ella. Esto es curioso, pues en la fiesta de los toros actual, cuyo modelo algunos tratan de imponer, podemos observar como se ha producido un acercamiento hacía la vulgaridad, hacía un toreo lejos de lo que siempre se concibió como tal, una fiesta sin la pureza y significado que siempre tuvo, un empobrecimiento de la misma en definitiva, justo igual que lo que el autor refleja en este libro sobre la cultura en general. Puede decirse, sin equivocarse, que el empobrecimiento y cambio que ha sufrido la cultura, ha tenido una relación directa con los toros y el cambio de concepto de cultura de la sociedad. La globalización de la cultura ha hecho, en el caso de España, olvidar la cultura propia en favor de otras celebraciones, algo que es un claro y peligroso empobrecimiento, pues perder nuestra cultura es muy fácil, recuperarla es lo complicado.

Por otro lado, el autor defiende que el periodismo es uno de los principales causantes del empobrecimiento de la cultura, pues se trata de un periodismo al servicio de la comercialización de la misma y quienes buscan beneficiarse de ello, un periodismo que busca crear ideas y opiniones preconcebidas en lugar de reflejar la realidad tal y como es. Esto es algo que también sucede en el mundo de los toros, pues los medios de comunicación independientes, que no estén al servicio del "poder", se cuentan con los dedos de una mano, no hace falta decir mas sobre el periodismo en torno a la fiesta. Bueno sí, se puede decir también, que es un reflejo claro de la sociedad del morbo en que vivimos, otro aspectos que se crítica en el libro sobre el que se sostiene esta entrada, pues con el percance sufrido por Juan Luis Silis hemos podido, tristemente, comprobarlo.

Por otro lado, el empobrecimiento de la cultura y el hecho de que cualquier cosa ahora sea considerada tal, es para mi, en parte, causante de las corrientes contrarias a la fiesta, derivadas estas en el desconocimiento existente en torno a la misma.

Para terminar, os recomiendo la lectura de este libro. No es muy extenso, tiene algo mas de 200 páginas, por lo que no requiere mucho tiempo. Es muy interesante y hace reflexionar sobre la sociedad actual y la peligrosa tendencia en la que se encuentra inmersa, reflejando a la perfección mediante ejemplos este hecho.